La humildad, dice san Bernardo, es el fundamento y guardián de
todas las virtudes, sin humildad no es posible ninguna virtud en el alma.
María, siendo la primera y más perfecta discípula de Jesucristo en todas las virtudes, también lo fue en esta virtud de la humildad, gracias a la cual mereció ser exaltada sobre todas las criaturas.
El primer acto de humildad de un corazón es tener bajo concepto de sí. María se veía tan pequeña, como se lo manifestó a la misma santa Matilde, que si bien conocía que estaba enriquecida de gracias más que los demás, no se ensalzaba sobre ninguno, sin embargo, no dejaba de reconocer que había recibido de Dios mayores gracias que todas las demás criaturas porque un corazón humilde reconoce, agradecido, los favores especiales del Señor para humillarse más.
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