Aunque las cosas se compliquen en nuestra vida y en las vidas de
quienes amamos, debemos tener el valor de decirle al Señor: “A pesar de todo
creo, a pesar de todo espero, Te amo a pesar de todo”. Entonces el Señor tendrá
en cuenta este acto heroico de nuestra parte y nos dará un premio desmesurado
en el Cielo y, cuando lo crea conveniente nos aliviará la prueba para que no
caigamos bajo su peso.
Dios es bueno y nos ama, pero las pruebas están en la vida, y debemos sobrellevarlas sin disgustarnos con Dios, que no es el causante de nuestros sufrimientos, sino que a veces los permite por altísimas razones que comprenderemos en el más allá. Basta ver cómo tuvo que vivir, sufrir y morir el mismo Dios: Jesucristo, para atisbar un poco del misterio del dolor. Ni el mismo Hijo de Dios se libró del cáliz de amargura que el mundo y el demonio le propinaron. ¿Y queremos librarnos nosotros, que somos menos inocentes que Jesús?
Entonces aunque estemos muy doloridos y apenados por lo que nos pasa a nosotros o a nuestros seres queridos, digámosle a Dios, aunque sea entre lágrimas: “A pesar de todo creo, a pesar de todo espero, Te amo a pesar de todo”. Si hacemos así, entonces todo el Cielo verá lo valeroso de nuestro acto y Dios mismo quedará admirado de nuestra constancia y valor. No otra cosa sucedió con Job, pues el diablo le causó toda suerte de desgracias para que Job maldijera a Dios. Pero Job, no sólo que no maldijo al Señor, sino que se mantuvo en la fidelidad y siendo creyente.
Así también ahora sucede con nosotros, somos probados por el dolor y las desgracias, pero debemos saber ser perseverantes en el amor a Dios, sabiendo que Él todo lo ve, y que nos tiene preparado un premio desmesuradamente grande en el Cielo, y que no permitirá que seamos probados más allá de nuestras fuerzas; y en caso de que tengamos que pasar un dolor muy grande, el Señor nos dará la fuerza para sobrellevarlo con entereza.
Sigamos confiando en Dios a pesar de todo, contra todas las apariencias, e incluso contra todas las evidencias, que esto agrada a Dios de manera tan grande, que no puede menos de admirarse de nosotros, de nuestra actitud, y nos colmará de favores de todas clases y, superando la prueba, habremos entrado muy dentro en el Corazón de Jesús, y adelantado mucho en el camino de la santidad.
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