Proponer, sin desmayo ni fisuras, las grandes verdades de la fe
cristiana ha de ser el alma, la pasión y el cometido de los pequeños y grandes
heraldos del Evangelio. Encubrir, ésta o aquella parte, porque puede resultar
hiriente o escandalosa para una realidad acostumbrada a la comodidad se nos
puede volver en contra: “ellos no hacen lo que dicen”.
1.- Seguimos avanzando en el Año Litúrgico y meditando con la
Palabra de Dios. Atrás han quedado los domingos donde Jesús polemizaba con los
representantes judíos. Hoy, a nosotros, nos sigue preguntando: ¿Qué hacéis con
vuestra fe? ¿Cumplís lo que escucháis todos los domingos? ¿Lleváis a la
práctica aquella fe que recibisteis en el día de vuestro Bautismo? ¿Tenéis
miedo a mostraros tal y como sois? ¿Cómo lo lleváis?
Un riesgo al escuchar el Evangelio de este día, y también la
primera lectura, es pensar exclusivamente en los agentes de pastoral que nos
movemos en primera línea (Papa, obispos, sacerdotes, teólogos, catequistas,
cofradías……) y llegar a la conclusión siguiente: es verdad. No hacen lo que
predican. No llevan a cabo lo que piensan. No demuestran con sus obras lo que
enseñan. No se refleja en sus actitudes la devoción que profesan…
No nos podemos apear en esa estación. Hay que dar un paso más.
Nuestra fe no está sustentada en el plano personal de esos agentes. Nosotros no
creemos en ellos, no creéis en nosotros, sino en aquello que os presentamos:
Jesucristo, muerto y resucitado, es salvación de toda la humanidad. Un Jesús
que propugna para todos, y es bueno señalar “para todos” un mínimo de
coherencia: a palabra dicha (o escuchada) obra realizada.
2.- Vivimos en una sociedad donde prima muchísimo la buena imagen.
No hace mucho tiempo salía una encuesta en la que, se nos decía, que la Iglesia
no despierta, en España por lo menos, confianza social. Y, ante esta realidad,
surgen algunos interrogantes. ¿Cómo puede ser que, aquella Institución que
realiza la más extraordinaria obra social y caritativa con Cáritas o Manos
Unidas al frente, reciba este fiasco? ¿Será que no sabemos vender o publicitar
la inmensa labor evangelizadora que realizan los cristianos en medio de una
sociedad en crisis económica y moral?
En absoluto. Con el Evangelio en la mano, y también teniendo como
telón de fondo las dos lecturas de hoy, la Iglesia no está para conquistar ni
buena ni mala imagen. Su labor misionera (dar a conocer el depósito de la fe)
no puede estar supeditada a encuestas o aplausos, a críticas o alabanzas,
homenajes o reconocimientos. Su cometido muchas veces es ir (aparentemente por
lo menos) contra corriente; recordar la dignidad de las personas por encima de
elementos pragmáticos; el derecho a la vida como derecho primario o el peligro
de ejercer una autoridad absoluta en contra del propio ciudadano.
3.- La Iglesia, y porque está respaldada en el mismo Jesucristo, no
puede vivir pendiente del “qué dirán”. En todo caso, todos nosotros, tendremos
que preguntarnos una y otra vez si –aquello que escuchamos y decimos– lo
llevamos hasta las últimas consecuencias; aun a riesgo de no ser bien recibidos
o tratados; aun a costa de ser colocados en los últimos puestos en “encuestas
bien cocinadas”; aun al precio de ser considerados como freno de una sociedad
que quiere todo a costa del sacrificio de algunos.
Es bueno recordar, y no lo olvidemos, que la Iglesia está para
servir pero con los parámetros del evangelio y no para asistir como simple y
cómoda espectadora a un mundo en el que se aplaude y se valora el camino fácil;
donde todo vale o se enaltece la mediocridad en detrimento de la perfección
personal o colectiva.
¿Que no somos apreciados como cristianos? Miremos a la cruz, a
Jesús, a los discípulos…..y tendremos una clara respuesta: tampoco ellos fueron
comprendidos. ¡Y fueron grandes…ante los ojos de Dios! ¿Cómo lo llevamos?
Javier Leoz
www.betania.es
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