Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

domingo, 5 de noviembre de 2017

¿CÓMO LLEVAMOS LO QUE CREEMOS?



Proponer, sin desmayo ni fisuras, las grandes verdades de la fe cristiana ha de ser el alma, la pasión y el cometido de los pequeños y grandes heraldos del Evangelio. Encubrir, ésta o aquella parte, porque puede resultar hiriente o escandalosa para una realidad acostumbrada a la comodidad se nos puede volver en contra: “ellos no hacen lo que dicen”.

1.- Seguimos avanzando en el Año Litúrgico y meditando con la Palabra de Dios. Atrás han quedado los domingos donde Jesús polemizaba con los representantes judíos. Hoy, a nosotros, nos sigue preguntando: ¿Qué hacéis con vuestra fe? ¿Cumplís lo que escucháis todos los domingos? ¿Lleváis a la práctica aquella fe que recibisteis en el día de vuestro Bautismo? ¿Tenéis miedo a mostraros tal y como sois? ¿Cómo lo lleváis?

Un riesgo al escuchar el Evangelio de este día, y también la primera lectura, es pensar exclusivamente en los agentes de pastoral que nos movemos en primera línea (Papa, obispos, sacerdotes, teólogos, catequistas, cofradías……) y llegar a la conclusión siguiente: es verdad. No hacen lo que predican. No llevan a cabo lo que piensan. No demuestran con sus obras lo que enseñan. No se refleja en sus actitudes la devoción que profesan…

No nos podemos apear en esa estación. Hay que dar un paso más. Nuestra fe no está sustentada en el plano personal de esos agentes. Nosotros no creemos en ellos, no creéis en nosotros, sino en aquello que os presentamos: Jesucristo, muerto y resucitado, es salvación de toda la humanidad. Un Jesús que propugna para todos, y es bueno señalar “para todos” un mínimo de coherencia: a palabra dicha (o escuchada) obra realizada.

2.- Vivimos en una sociedad donde prima muchísimo la buena imagen. No hace mucho tiempo salía una encuesta en la que, se nos decía, que la Iglesia no despierta, en España por lo menos, confianza social. Y, ante esta realidad, surgen algunos interrogantes. ¿Cómo puede ser que, aquella Institución que realiza la más extraordinaria obra social y caritativa con Cáritas o Manos Unidas al frente, reciba este fiasco? ¿Será que no sabemos vender o publicitar la inmensa labor evangelizadora que realizan los cristianos en medio de una sociedad en crisis económica y moral?

En absoluto. Con el Evangelio en la mano, y también teniendo como telón de fondo las dos lecturas de hoy, la Iglesia no está para conquistar ni buena ni mala imagen. Su labor misionera (dar a conocer el depósito de la fe) no puede estar supeditada a encuestas o aplausos, a críticas o alabanzas, homenajes o reconocimientos. Su cometido muchas veces es ir (aparentemente por lo menos) contra corriente; recordar la dignidad de las personas por encima de elementos pragmáticos; el derecho a la vida como derecho primario o el peligro de ejercer una autoridad absoluta en contra del propio ciudadano.

3.- La Iglesia, y porque está respaldada en el mismo Jesucristo, no puede vivir pendiente del “qué dirán”. En todo caso, todos nosotros, tendremos que preguntarnos una y otra vez si –aquello que escuchamos y decimos– lo llevamos hasta las últimas consecuencias; aun a riesgo de no ser bien recibidos o tratados; aun a costa de ser colocados en los últimos puestos en “encuestas bien cocinadas”; aun al precio de ser considerados como freno de una sociedad que quiere todo a costa del sacrificio de algunos.

Es bueno recordar, y no lo olvidemos, que la Iglesia está para servir pero con los parámetros del evangelio y no para asistir como simple y cómoda espectadora a un mundo en el que se aplaude y se valora el camino fácil; donde todo vale o se enaltece la mediocridad en detrimento de la perfección personal o colectiva.

¿Que no somos apreciados como cristianos? Miremos a la cruz, a Jesús, a los discípulos…..y tendremos una clara respuesta: tampoco ellos fueron comprendidos. ¡Y fueron grandes…ante los ojos de Dios! ¿Cómo lo llevamos?

Javier Leoz
www.betania.es


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