No debemos olvidar que las gracias que Dios nos tiene preparadas se
merecen por medio de la oración. Efectivamente debemos rezar para obtener
favores del Cielo y para que todos nuestros asuntos vayan según la voluntad
adorable de Dios.
La oración todo lo puede, y permite cambiar el rumbo de la vida, de los acontecimientos, y los destinos de nuestra patria y hasta del mundo entero. Somos omnipotentes con la oración, porque Dios no se resiste a quien le reza, confiado e insistentemente, como bien lo ha dicho el Señor en el Evangelio.
¿Estamos tristes, angustiados, preocupados, enfermos? Recemos. Y aunque las cosas parezcan que se complican más, no dejemos jamás la oración, porque quien persevera en la oración, lo obtiene todo de Dios.
Especialmente la Santísima Virgen ha prometido que quien persevera en el rezo diario del Santo Rosario, no será vencido por la desgracia y la mala fortuna, sino que saldrá triunfador de todas las trampas y pruebas que le pongan el mundo, el demonio y la carne.
¿Somos pobres, material o espiritualmente? Entonces pidamos a Dios lo que necesitamos, por medio de la oración, ya que el Señor nos ha prometido en su Evangelio que quien pide, recibe; quien busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá.
No nos dice Jesús que se nos dará exactamente aquello que pedimos, pero algo se nos dará, lo mejor para nosotros. Tampoco nos dice que si buscamos, encontraremos lo que estamos buscando, pero algo encontraremos, lo mejor para nuestra vida y las vidas de quienes amamos. Y si llamamos, quizás no se abra la puerta que esperamos que se abra, pero alguna puerta o ventana se abrirán por medio de la oración insistente, y Dios nos colmará de favores si rezamos con perseverancia.
Lo peor que nos puede pasar es dejar de rezar, porque ahí sí que seremos presas de las desgracias y del Maligno enemigo.
Pase lo que pase en nuestra vida: recemos, oremos. Y si las cosas se complican más y más, no abandonemos la oración, que Dios escucha a sus hijos, aunque los haga esperar, les dará todo lo necesario. Veamos que en las vidas de los Santos esto es así, la Providencia de Dios nunca deja abandonados a quienes confían en Dios y rezan.
Y echemos por la ventana la incredulidad, el racionalismo que es un error funesto que se nos mete por todas partes, y que nos quiere hacer olvidar que Dios es un Dios de milagros, que puede hacer incluso milagros para sus hijos fieles.
Perseveremos en la oración y comeremos de los frutos de la mesa de Dios, y la paz del alma anidará en nosotros y en nuestro entorno.
Si viéramos con nuestros ojos todo lo que recibimos cuando rezamos, no dejaríamos de rezar nunca, porque la oración nos va obteniendo un tesoro inagotable, ya que el mismo Dios se nos da completamente, y con Él vienen todos los dones.
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