Que no se hable más de tu misericordia, Virgen bienaventurada,
si alguno recuerda haberte invocado en sus dificultades y que Tú no hayas
acudido en su ayuda. Nosotros, tus pequeños siervos, te alabamos por tus
otras virtudes, pero de tu misericordia nosotros mismos nos felicitamos. La
virginidad la elogiamos, la humildad la admiramos, pero la misericordia
tiene, para los desdichados, un sabor más dulce.
La misericordia la abrazamos con más ternura, la recordamos más a menudo,
la invocamos con más frecuencia. Gracias a Ella, de hecho, quien obtiene
que el mundo entero sea restaurado y alcanza con su oración la
salvación de todos los hombres.
(…)¿Quién podrá, oh Virgen bendita, medir la amplitud y la profundidad
sublime de tu misericordia? Su fuerza, hasta el final de los tiempos, llega
a todos aquellos que la invocan; su amplitud envuelve al globo terrestre a
tal punto que su misericordia llena la tierra entera.
(…) Por ti el cielo se llena, el infierno se vacía, la Jerusalén celeste
emerge de sus ruinas, la vida perdida le es devuelta a los infelices que
aguardan. Así sea.
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