Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

domingo, 3 de abril de 2016

AL MUNDO QUE NO VE




Hay que reconocer que estamos en la época de las sensaciones y de lo sensacional. Sólo aquello que, a simple vista o a flor de piel, produce algún efecto óptico o sentimental le damos credibilidad o apostamos por ello. Con Tomás, el mundo que no ve, se encuentra frente a un Cristo que nos muestra todo lo que es y, a la vez, nos alerta de un mundo que aparenta lo que no es. No olvidemos que, el creer o no creer, no solamente es tarea de cada uno de nosotros. Pidamos por ello mismo el don de la fe en este Año de la Misericordia y especialmente en este Domingo de la Divina Misericordia. 

1.- Es bueno recordar una frase que nos viene como anillo al dedo en este segundo domingo de Pascua: “No hay que tener fe para creer sino creer para tener fe”. Cuando uno se fía de otra persona es cuando, todo lo que hace y dice esa persona, se convierte en objeto de fe, de seguridad y de confianza. Santo Tomás sólo cuando se encontró con Jesús Resucitado hizo el acto de fe: “Señor mío y Dios mío”. Es aquí, en el encuentro personal con Cristo, donde se juega su futuro la Iglesia, el cristianismo y la vivencia misma del Evangelio.

--¿Podemos concluir que todo lo que hemos celebrado en la Semana Santa nos ha ayudado a creer?
--¿Todas las manifestaciones populares nos incentivan la fe o, tal vez, sólo el aspecto identitario y cultural?
--¿Es la Semana Santa un revulsivo que nos ayuda a poner cimientos a nuestras convicciones o es costumbrismo?

2.- El Papa Francisco, en el inicio de la Semana Santa, afirmaba: “Sólo quien vive bien la Semana Santa puede salir bien de ella”. Santo Tomás, aunque pensaba que había andado muy a bien y muy bien con Jesús, pudo más la incredulidad (por lo tanto la falta de conocimiento de Cristo) que la fe que podía haber mostrado ante el testimonio de sus compañeros: “Hemos visto al Señor”. 

En muchos momentos, y en muchas personas, parece que la persona de Cristo ha muerto hace mucho tiempo. Escasamente influye en su vida ético o moral y, en su corazón, no ha quedado sino sentimientos mínimos de una religiosidad que en un tiempo quedó acotada por lo puntual o sacramental. ¿Es suficiente? ¡No! Hay que dar un paso: meternos en el costado de Cristo y saber que, ese costado, fue abierto por y para nosotros. El gran reto de las futuras generaciones de cristianos, sacerdotes, obispos y Papas es precisamente descubrir el cómo llevar a Cristo (experiencia vital y real) a todo el que se bautiza: ni sacramentos sin fe, ni fe sin sacramentos.

3.- Estamos en Pascua. ¡Resucitó el Señor y nos llama a la vida! ¡Señor qué vea! ¡Señor, que viva! ¡Señor, que crea en ti! Deben ser exclamaciones que broten desde lo más hondo de nuestras ganas de celebrar, sentir y vivir a Jesús. Con Santo Tomás, hacemos un acto de fe: “Señor mío y Dios mío”. Creo en tu Iglesia, amo y rezo por la santidad y entrega de sus sacerdotes y, sobre todo, sigo creyendo porque sé que, el paso del Señor por el mundo, no ha sido inútil. Tuvo un objetivo: sacarnos del pecado, curarnos las enfermedades del alma y atraernos, como si de un imán se tratara, al abrazo amoroso de Dios. Y, eso, nadie nos lo puede eclipsar o eliminar.

Javier Leoz
 
 


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