Él nos da la luz
cuando, en la oscuridad,
nos perdemos por
parajes idílicos pero falsos
Él nos fortalece
cuando, la lucha de cada día,
nos debilita en
nuestras ansias de vivir.
Él nos levanta
cuando, en las múltiples caídas,
sentimos que el
cuerpo pesa y los pecados también.
¡Miremos a Cristo,
Buen Pastor!
Es, al fin y al
cabo, quien mejor nos conoce
y, sabe de
antemano, cuando le seguimos o no,
cuando fingimos
amarle,
pero nos vamos
detrás de otros dioses.
Es quien, lo
queramos o no, nos exige y nos mira,
quien nos da
aliento en nuestro caminar,
e infunde paciencia
en nuestra espera.
¡Miremos a Cristo,
Buen Pastor!
Con su cayado nos
indica el camino a seguir,
nos invita a tenerle
como Maestro y Señor,
a distinguir entre
Pastor y falso profeta,
a vivir con un solo
alma y corazón.
¡MIREMOS A
CRISTO, BUEN PASTOR!
Nos dará el
consuelo de su misericordia,
sentiremos que, la
soledad, ya no existe,
y le abriremos
nuestras entrañas sedientas.
¡Miremos a Cristo,
Buen Pastor!
Hoy, como ayer,
seguimos siendo mendigos de amor.
De un amor que no
mira etiquetas ni apellidos,
ni exige un pasado
limpio o sin error.
¡Miremos a Cristo,
Buen Pastor!
Que Él, ahora y
siempre,
nos haga gozar con
su presencia,
vivir con su vida,
escuchar su Palabra
divina,
y avanzar en el
conocimiento de su nombre.
¡Miremos a
Cristo, Buen Pastor, grande en Misericordia!
P. Javier Leoz
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