La regla de oro que debemos emplear y tener siempre presente al
elegir lo que hacemos, decimos; o no hacemos ni decimos, es la salvación de
nuestra alma. Porque lo único realmente importante en esta vida es nuestra
propia salvación, la salvación de la propia alma. Todo lo demás es secundario,
por muy importante que pueda parecernos.
Entonces siempre que elijamos hacer algo, debemos pensar primero si eso contribuye a nuestra salvación, si es bueno para nuestra felicidad eterna. Porque si perdemos nuestra alma, lo hemos perdido todo, y para siempre.
Teniendo en cuenta este objetivo: de salvar el alma, entonces de ahora en adelante elegiremos mejor cada objetivo, cada acción, cada amistad, y nos iremos asegurando nuestro puesto en el Paraíso, pues para eso hemos sido creados por Dios: para pasar bien esta prueba de la vida en la tierra, y así merecer el Cielo.
Si no hacemos así, entonces ponemos en peligro nuestra eternidad de dicha, porque quizás sin darnos cuenta, iremos errando el camino poco a poco, hasta que al fin perderemos la gloria del Cielo.
Tengamos esto bien presente en cada elección que hacemos, a cada momento, en todo nuestro día, porque no es algo de poca monta, sino que es lo principal, el motivo para decidir el hacer o no hacer una cosa, o el emprender o no un camino.
Pensemos que lo importante es salvar el alma, y que todo nos debe llevar a obtener este fin. Todo lo que nos ayude a lograrlo, bienvenido sea, hagámoslo. Pero lo que nos aleja o estorba el fin primordial, tenemos que rechazarlo como nocivo para nosotros, aunque nos “guste” o parezca bueno o indiferente.
Esta vida en la tierra no es un fin en sí misma, sino que es un medio para alcanzar la Vida con mayúscula, para la que hemos sido creados por Dios, Vida que merece todo nuestro esfuerzo en alcanzarla y poner los medios necesarios para ello.
Un gran mensaje muy a tener en cuenta Magda. Muchas gracias. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
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