Abre el depósito de
tu corazón.
La Palabra del
Señor te llenará del combustible
necesario para
seguir caminando. Él te empujará
y te guiará,
incluso, por los caminos más
insospechados por
ti.
Apaga el motor de
tus agobios y de tus obligaciones.
El silencio o la
contemplación te harán sentir la paz
que tu mente y tu
vida necesita. No es bueno
ir deprisa ni
preocuparse demasiado.
No mires el “cuánto
cuesta” cargarse de Dios.
A veces, lo más
caro en el mundo, es lo más barato
para alcanzar la
felicidad. Tal vez, con tu voluntad,
de momento es
suficiente. Dios, pondrá lo demás.
Limpia el
parabrisas de tu mirada.
Las imágenes que
nos sacuden todos los días nos hacen
tener una visión
demasiado pesimista del mundo.
Mientras Dios,
llena tu interior, disfruta de su fuerza.
Pídele que nunca te
falte su asistencia en tus decisiones,
problemas e
inquietudes.
Reajusta, en estos
cuarenta días, las piezas
que no encajan en
tu forma de actuar, juzgar o vivir.
La Cuaresma es un
buen taller para que Jesús actúe
en la complicada
maquinaria que somos las personas.
No olvides el
código de circulación de todo buen cristiano:
los mandamientos. Con ellos aprenderás
que, el amor a Dios,
exige
contraprestación a los que nos rodean. Pero, recuerda,
aun haciendo el
bien por los demás…no olvides a Dios
que es la fuente de
inspiración de la bondad.
Toma con firmeza el
volante de tu vida.
No dejes que te
manipulen. Que nada ni nadie te desvíe
del camino de la
fe. Cuando tengas que parar, para.
Cuando tengas que
acelerar, acelera. Pero, ¡nunca dejes
otros tomen el
timón de tu vida por ti!
Incluye en el
maletero lo imprescindible.
Cuando vamos de
excursión ¿qué llevamos?
Que en estos días,
previos a la Semana Santa, aprendamos
a vivir con lo
esencial. Y, lo esencial, no es lo mucho
sino aquello
necesario para ser feliz.
Desde la ventana
observa el paisaje;
da gracias a Dios
por la vida, por el sol, por la familia,
por la iglesia. No
olvides que, Dios, nunca te abandona.
Cuando surjan
dificultades; cuando tus días sean
una cuesta arriba
¡no te desesperes! Ofrece esa penitencia,
ese sacrificio por
tantas personas que no tienen posibilidades
ni cuentan con
tantos medios como tú.
No dejes de lado un
alimento que, en cualquier fin de semana,
no puede faltar en
el equipaje de tu chasis cristiano: la Eucaristía.
Con ella sabrás disfrutar
y dar valor al domingo.
Sin ella, tu vida
no tendrá mucho sentido.
Finalmente, cuando
sientas el cansancio, detente
un momento. Reza a Dios. Hazle
sabedor de que Él,
te puede llenar de
oxígeno y de vida, de paz y de fortaleza.
La oración es el
gran combustible que, muy pocos,
saben aprovechar o
encontrar. Y, por cierto,
se encuentra gratis
en el silencio.
P. Javier Leoz
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