Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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sábado, 13 de febrero de 2016

Cuántas madres...




Cuántas madres han silenciado el llanto profundo y prolongado de su bebé! Es una experiencia que conoce muy bien tanto el hijo como la madre. El hijo reconoce la voz, el olor, la nana que su madre le canta, sus manos, sus caricias... La madre sabe que su hijo, entre sus arrumacos y calor, descansará tranquilamente.

Así somos nosotros en manos de nuestra Madre del cielo. La Reina de la Paz desea colmar nuestro corazón de sosiego, de amor, de seguridad, de paz profunda. Cuántas heridas han ido surcado el corazón del hombre debido a los pecados! María es la Madre que no tiene miedo de besar esas llagas purulentas, sino que con paciencia y dulzura maternal las sana. 

Ella te arrulla cada vez que la invocas en el Ángelus, en el Santo Rosario, en un sencillo Avemaría. Créetelo. Acaso la Mamá ha olvidado alguna vez a algún hijo?.  Acaso ha quedado alguna súplica sin ser atendida? 

Todos somos sus hijos. Ella sólo desea que nos abandonemos en sus brazos maternales, que vaciémos nuestro corazón de la voluntad propia y confiemos en su acción maternal: seremos llevados con total seguridad a Jesús, y Él nos dará vida, vida en plenitud.

Reina de la Paz, Santa María, Abogada de los pueblos, rogad por nosotros.

Del muro de Alejandro María

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