Los hombres pueden ser de gran diversidad: oscuros, impuros, leprosos, hidrópicos y enfermos, o mismo estar bajo un hechizo por seguir consejos maléficos del diablo. Pueden ser tontos o tercos para no ver los bienes del Señor, que merezcan acusaciones y reproches por sus innumerables olvidos, debiendo practicar la justicia y practicando el mal, rechazando el bien y despreciando la cruz y el martirio del Señor. A pesar de todo eso, Dios Padre tiene siempre una mirada plena de bondad por su obra hecha de barro y mira a sus hijos como un Padre y los lleva a su pecho. Porque es Dios, tiene por sus hijos el amor de un Padre pleno de cariño. En su corazón, el amor por los hombres es tal que su Hijo fue llevado a la cruz, como un manso Cordero…
Pero hay también entre los hombres, muchos que están bellamente adornados con el precioso tesoro de las virtudes…
Pero hay también entre los hombres, muchos que están bellamente adornados con el precioso tesoro de las virtudes…
Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
Scivias, Los caminos de Dios, 4 (in “Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième millénaire”, Béatitudes, 2012), trad. sc©evangelizo.org
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