Y el señor dijo: Te prestaré un hijo mío. Para que lo ames mientras viva. Podrá ser un mes, seis meses, siete años, diez, treinta años o más tiempo, hasta que lo llame. ¿Podrás cuidarlo? Quiero que aprenda a vivir, he buscado un maestro y te elegido a ti... ¿Le enseñarás? No te ofrezco que se quedará contigo, sólo te lo presto, por un tiempo. Porque lo que va a la tierra, a mí regresa. Él te dará ternura, alegría y todo el amor de su juventud. Y el día que lo llame, tu no llorarás, ni me odiarás por regresarlo conmigo. Su ausencia corporal quedará compensada, con los muchos y muy agradables recuerdos, y con ello tu luto será mas llevadero y habrás de decir con agradecida humildad. Hágase, Señor, Tu Voluntad y no la mía.
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