A
veces, al corazón le cuesta expresarse, le entendemos poco, o poco le
escuchamos, pero de algo debemos estar seguros, el corazón no miente.
De
la boca de tantos santos se ha escuchado el nombre de Jesús, dicho con
tal dulzura que pareciera que lo están viendo… ¡Jesús, Jesús, Jesús! En
oraciones, en jaculatorias, en las horas de tormento y especialmente
cuando dejan esta vida terrena.
Jesús nos dijo, “lo que pidas en
mi nombre, yo lo haré”, y no es que sea una palabra mágica, sino la
misma presencia de Jesús, que obró en nombre de Dios Padre, la que obra
por medio de nuestra filiación a Él. Dicho de otra manera, es Jesús
mismo que obra desde nuestro interior.
Sea pues, Jesús, el nombre
más poderoso y dulce que podamos decir hoy y siempre. Sea Jesús en
nuestro corazón, la palabra que sane, de vida, de paz y esperanza a
quien la escuche de nuestros labios.
Supersantos
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