(Lc 6,36)
¡Oh amor inefable! ¡Tierno amor! ¡Fuego eterno! Eres ese fuego que siempre arde. Soberana y eterna Trinidad, eres la integridad sin defecto, la simplicidad sin sombra, la sinceridad sin disfraz posible. Dirige la mirada de tu misericordia sobre tus criaturas. Comprendo que la misericordia te pertenece y en todo lugar sólo encuentro tu misericordia. He aquí por qué corro a ti y grito ante tu misericordia: “¡Oh Dios, ten misericordia del mundo!”.
Padre eterno, quieres que te sirvamos según tu voluntad y fijes tú mismo las vías de tus servidores. Nos enseña que no podemos de ninguna forma juzgar el estado íntimo de una criatura según sus obras exteriores, sino que debemos guiarnos por tu voluntad, sobre todo para tus servidores unidos a tu voluntad y transformados en ella. Es feliz el cristiano que mira en tu luz las vías y las obras infinitamente variadas de tus servidores. Cualquier sendero que tome, si sigue realmente tu verdad, correrá por el camino de fuego de tu amor. (…)
¡Oh Divinidad eterna! ¡Es verdad que la misericordia te pertenece totalmente! (…) Por misericordia, hoy mismo, has querido hacerme conocer a mí, despreciable, que para nada podemos juzgar las intenciones de la criatura razonable. Variadas hasta el infinito son las vías que trazas según tu deseo, como lo has mostrado en mí mismo. ¡Gracias te sean dadas, mi Dios!
Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Eres ese fuego que siempre arde (Jésus Christ notre Résurrection, Cerf, 1980), trad.sc©evangelizo.org
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