El evangelista se asombra reconociendo en la cruz el resplandor del amor, la luz de la entrega de donde brota la resurrección. No nos opongamos a este misterio de comunión y vida. La sabiduría que nos da Dios no es la sabiduría de este mundo. Es la sabiduría que va poco a poco transformando nuestra vida y nos hace cantar: en el está nuestra salvación, nuestra gloria para siempre.
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