DOLOR:
_Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los pensamientos de muchos corazones__ (Lc 2, 34-35).
Jamás pensarías, ¡oh buen san José!, que el Hijo de Dios despertara la rebeldía en otros corazones. Tú, que lo acogiste como la mayor bendición que Dios te pudo dar, saboreaste el dolor al ver que otros lo pensaban rechazar. Y a esa negra sombra se sumó el doloroso anuncio de que a tu esposa, a María, una espada le traspasaría el alma. En ese instante, tu buen corazón ya sintió la primera punzada de esa lanza que, en el calvario, traspasaría el alma de María y la vida de Jesús.
GOZO:
Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones_ (Lc 2, 30-31).
Pero como la alegría siempre tiene sus raíces en forma de cruz, tu pesar se transformó en gozo al saber que ese hijo sería fuente de salvación, que abriría las puertas del Cielo a quien lo quisiera acoger y que sería el camino para que las almas disfrutaran de la felicidad eterna.
Y tú, glorioso san José, serías privilegiado testigo de ese momento en el que verías, cara a cara, a Dios.
Ya lo hiciste cuando lo tuviste entre tus brazos, pero, luego, serías tú quien estuviera en los brazos de Dios.
Abel De Miguel Sáenz
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