DOLOR: _Cuando la sangre del niño Salvador fue derramada en su circuncisión._(Lc 2,21).
Bien entiendo que te privara de verlo morir en la cruz, pues tanto es tu amor, glorioso san José, que ante la circuncisión tu alma ya sintió los embates del dolor.
¡Oh, buen José!, si Dios te preservó de ver la sangre de tu hijo en el Calvario, no te ahorró el dolor de verla en su cuerpo de Niño Dios.
Y, una vez más, tu sufrimiento se vistió de silencio, un silencio que, en tu corazón, se transformaba en oración.
GOZO: _Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados_ (Mt 1, 21).
Pero las sombras de esa circuncisión escondían la luz de una felicidad; y así como tras la muerte en la cruz esperaba la resurrección, las lágrimas que se dibujaron en tu alma al ver al Niño llorar, se mudaron en sonrisas cuando Dios te reservó el honor de que fueran tus labios quienes invocaran el nombre que ibas a dar al Salvador: Jesús.
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