Virgencita María, Reina de mi corazón, contemplo tu vida en el Evangelio y te veo como yo, mortal y doliente: es dulce ser tu hijo.
Quiero seguirte siempre, Madre querida, y día a día vivir contigo.
Virgen santa, cuando te contemplo me sumerjo en tu corazón, y descubro los abismos del amor.
Tu mirada maternal me libera de todos mis miedos, en vez de llorar me enseñas a alegrarme.
Bendices nuestros días felices y los compartes con nosotros.
Tú que me sonreíste en el amanecer de la vida, vuelve a sonreírme de nuevo, Madre, ahora que la tarde ya está cerca.
Contigo sufrí, Virgen Santa, ahora en tu corazón quiero cantar y decirte para siempre: ¡Te amo, soy tuyo
Amen.
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