Los sabios caían, perdiendo la fe en la verdad. También lo podemos decir de los tontos, ya que los Fariseos y Doctores de la Ley despreciaban al Señor y la multitud seguía su incredulidad. Ella veía en Él al hombre, despreciando las enseñanzas del Redentor del mundo. (…)
Sin embargo, dejando a los sabios y ricos de este mundo, nuestro Redentor vino a buscar a los pobres y los locos. También dice, al crecer su dolor “Los tontos me desprecian”. Es decir: He sido despreciado por los mismos que quise sanar, asumiendo la locura de mi predicación. La Escritura revela: “En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación” (1Cor 1,21). El Verbo es la sabiduría de Dios y lo que se llamó locura de esta sabiduría es la carne del Verbo. Delante de la impotencia de los hombres carnales para llegar a la sabiduría de Dios con la prudencia de su carne, es con la locura de la predicación, con la carne del Verbo, que quiso sanarlos. Declara entonces: “Los tontos también me desprecian”.
Es como decir abiertamente: Soy despreciado por los mismos que quise salvar, sin temor a pasar por un loco. El pueblo, observando los milagros de nuestro redentor, delante de esos signos lo honraba diciendo: “He aquí Cristo”. Pero constatando la debilidad de su humanidad no podía creerlo su creador diciendo: “Engaña al pueblo” (Jn 7,12). Por eso podía agregar: “Cuando me levanto, se burlan de mí” (Jb 19,18).
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Libro XIV (SC 212 , Morales sur Job, Cerf, 1974), trad.sc©evangelizo.org
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