La Humanidad no tiene fuerzas para apartar el obstáculo que ella misma ha creado tratando de impedir vuestro regreso. Enviad a vuestro ángel, ¡oh, Señor!, y haced que nuestra noche se vuelva luminosa como el día.
¡Cuántos corazones os esperan, oh, Señor! ¡Cuántas almas se consumen en el anhelo del día en que sólo Vos viviréis y reinaréis en los corazones!
Venid, Jesús Nuestro Señor
Hay muchas señales de que la hora de vuestro regreso no está lejana.
¡Oh, María! Vos, que le habéis visto resucitado, que con la primera aparición de Jesús visteis suprimida la inenarrable angustia producida por la noche de la Pasión, María, a Vos ofrecemos las primicias de este día. A Vos, esposa del Espíritu divino, nuestro corazón y nuestra esperanza.
Pío XII, Mensaje Pascual de 1957
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