Al cabo de este tiempo en el que tu ausencia ha sido, en mi corazón, un clavo, uno de esos clavos que crucificaron al Nazareno y le dieron esa muerte que tú has experimentado, quiero dejar una oración sobre tu tumba al no encontrar otra flor más bella.
Pero mientras el alma por ti reza, mi corazón te cubrirá con la dulce mortaja de los recuerdos.
Y es que alma y corazón, cada cual a su manera, comparten esos mismos sentimientos en los que se funden la esperanza y la pena.
Esperanza porque al arrodillarme ante esa lápida en la que quedó grabado tu nombre, lo hago ante Dios, al que suplico que tenga en sus manos tu alma.
Y pena porque el corazón siente la herida de la nostalgia, de esos días en los que se cruzaban nuestras miradas y palabras.
Pero será la pena quien quede curada con el dulce bálsamo de la esperanza, la esperanza de volver a verte un día en el Cielo. Y aunque estos días de doloroso reencuentro con aquellos que murieron hagan que broten lágrimas, también lo hará, bajo ese dolor, una sonrisa que nunca muere, la que nace al pensar que ya estáis en el Cielo.
Madrid, España
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma