Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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sábado, 2 de octubre de 2021

SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

 


( 2 de octubre) 


Ánimo y consuelo, revestido de auxilio divino, es vuestra presencia junto a cada uno de nosotros.

Nunca creí que el Cielo tanto se acercara, que el mismo Dios se atreviera a guardar  nuestra vida con una de sus creaciones más bellas y puras, con un ángel de la guarda.

Es necesidad del corazón y el alma invocar vuestro auxilio, sentir vuestra cercanía y cariño.

Lo es porque siempre necesitamos del auxilio divino y, ese, lo sois vosotros por excelencia.

Dime, ángel mío, que es lo que más te gustaría cuando estás conmigo. ¿Que hable contigo?

Enséñame a saludarte al levantarme, si no tengo con quién hablar;que no te busque solo en  la necesidad o cuando me asalten las preocupaciones o peligros.

A Dios le doy gracias por cada día que estás conmigo, pues me basta sentir tu presencia, para gloriarme de que Dios me haya dado la vida.

Un día tras otro espero a que salga el alba para mirarte a los ojos, porque aunque con los míos no te vea, sí lo hacen los del alma.

Rezo a Dios sabiendo que tú le haces llegar mis palabras, que se convierten en dádivas brillantes cuando nacen de tus labios.

Alcánzame, ángel de la guarda, el precioso regalo de sentirte siempre a mi lado, de soñar que no es el viento quien me roza, sino una de tus alas. 

¿Cuántas veces me estarás mirando y yo te he ignorado?

Lo siento por no valorar tu compañía, por no apreciar este regalo con el que Dios nos facilita el camino hacia el Cielo.

Entregarme quiero en tus dulces manos para no salirme de ese sendero santo.

Cada uno de vosotros sois una de esas divinas joyas que decoran la corona de María.  Os eligieron para dar la Buena Nueva a los mortales, pregoneros del  nacimiento del Niño.

Mieles son, al paladar de Dios, vuestras palabras. Privilegiados espíritus, que descendisteis del Cielo para proteger a los mortales, alcanzarnos la dicha de sentirnos a vuestro lado y que este sentimiento no sea un ñoño querer, sino el más recio y puro amor que corazón y alma puedan tener.

Íntimos siervos de Dios, inmaculados espíritus, tomad en vuestras manos nuestras

almas, corazones y vidas y protegedlas hasta que nos encontremos con Dios. 


Abel de Miguel Sáenz

Madrid, España

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