(7 de octubre)
Si tuviera, cual mendigo, que extender mis manos, no pediría limosna, pues me bastaría que en ellas dejaran un rosario.
Lo acariciaría y daría paso a que cada una de sus cuentas, cada una de sus avemarías, se fueran deslizando entre mis dedos mientras el eco de sus rezos borrara mi pobreza y enriqueciera mi alma.
Alguna vez soñé en cómo llegar al Cielo, pero me bastó recorrer esas etapas, que son los misterios del rosario, para estar seguro de alcanzar dicha meta, pues no hay camino más seguro y recto que aquel que tiene como guía y protagonista a María.
Virgen del Rosario, alcánzame el favor de que el rezo de esta oración nunca lo olvide mi alma, de que el corazón arda en deseos de rezarlo, de que no pase un día en el que esta oración la hayan silenciado mis labios.
Quisiera que cada día de mi vida sea una de esas cuentas, un avemaría, que a Dios me va acercando de la mano de María, pues con tal compañía, con tal oración, no hay miedo ni temor, todo es garantía.
María, Virgen del Rosario, siembra en mi corazón y alma la gracia de invocarte, de rezar el rosario, de aferrarme a él como camino seguro para vivir, en la tierra, junto a Dios; para verle, en el Cielo, cara a cara.
Reina del Santísimo Rosario, ruega por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma