Una de las palabras más hermosas es la de apóstol. Pero con cuánta frecuencia se la falsea: la palabra y la realidad.
Ser apóstol no es detectar los fallos y errores de los demás. Ser apóstol no es ser un aguafiestas de la vida, olvidando que Cristo fue un vino-fiestas en Caná. Ser apóstol no es dedicarse a salvar almas, dejando de atender las necesidades de los cuerpos humanos. Ser apóstol no es organizar cruzadas para reprimir el mal, en lugar de expandir la dinámica del bien. Ser apóstol no es hablar de la justicia de Dios, sin hacer nada por disminuir las injusticias entre los hombres.
Ser apóstol no es dedicar las migajas de unos minutos a los demás, mientras se pierden horas en una vida estéril o cómoda. Todo esto no son sino caricaturas del verdadero apóstol y, como caricaturas, no hacen sino alejar a todos del verdadero apostolado.
Todo cristiano debe ser un auténtico apóstol, pues todo cristiano debe estar constantemente cristianizando; pero no caigamos en el error de ser falsos apóstoles; San Pablo advertía a los primeros cristianos que había "falsos apóstoles” unos operarios engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo; y nada tiene de extraño; el mismo Satanás se disfraza de ángel de la luz" (2 Cor,11-13).
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