Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y fragilidad, conservar las gracias y tesoros de Dios, porque "Llevamos este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasijas de arcilla (2Cor 4,7), en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante que por nada se turba y abate".
Los demonios quieren sorprendernos de improviso para robarnos y desvalijarnos.
Su malicia, su pericia, su astucia y número deben hacernos temer infinitamente esta desgracia, ya que personas más llenas de gracia, más experimentadas y elevadas en santidad que nosotros han sido sorprendidas,
robadas y saqueadas lastimosamente.
Y ¿cuál es la causa? No fue falta de gracia. Que Dios a nadie la niega. Sino ¡falta de humildad! Se consideraron capaces de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí mismos y se apoyaron en sus propias fuerzas, y el Señor, que es la justicia misma, abandonándolos a sí mismos, permitió que fueran saqueados.
¡Ay! Si hubieran conocido la devoción a María, habrían confiado su tesoro a la Virgen fiel y poderosa, y Ella lo habría guardado como si fuera propio, y hasta se habría comprometido a ello en justicia.
Es difícil perseverar en gracia, a causa de la increíble
corrupción del mundo. Corrupción tal que es prácticamente imposible que los corazones no se manchen, sólo la Virgen fiel, contra quien nada pudo la serpiente, hace este milagro en favor de aquellos que la sirven lo mejor que pueden.
(Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, San Luis María de Montfort)
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