Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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jueves, 24 de agosto de 2017

Alegría y confianza.



San Juan Bosco tiene una máxima que dice: “El demonio tiene miedo de la gente alegre”. Y es una gran verdad, porque si vivimos alegres, será más difícil para el diablo el atraparnos con melancolías y tristezas. 

¿Cómo hacer para vivir alegres en medio de tantas penas? Pues teniendo confianza en Dios, teniendo confianza en la Virgen. La confianza debe ser la base de nuestra alegría, porque sabemos que Dios es todopoderoso y que absolutamente todo cuanto existe, y también lo que sucede o no, está en las manos de Dios. 

Alegría porque sabemos que nos espera el Cielo, donde será enjugada toda lágrima y tristeza, y la felicidad de contemplar a Dios nos hará olvidar todo lo malo de este mundo. 

Pero ya debemos vivir alegres y contentos en este mundo, porque si confiamos en Dios y sabemos que Él es bueno, infinitamente bueno, entonces tendremos paz en el alma, y como fruto de esa paz tendremos también una santa alegría constante. 

La confianza en Dios lo es todo, porque quien se siente protegido y cuidado por el Señor, no teme a nada de este mundo, y aunque pasen cosas graves en su vida, tiene la vista del alma fija en Dios y en la eternidad, sabiendo que todo volverá algún día al bien y la verdad. 

El mal no tiene la última palabra, sino que Dios y la Verdad son quienes triunfarán para siempre. Siendo las cosas así, entonces si pensamos en ello, tendremos una santa alegría, la alegría de la salvación, y de que ya somos triunfadores con Dios y su Madre. 

Lo peor que nos puede pasar es que nos descorazonemos ante tanto mal que vemos en el mundo, y eso es justamente lo que intenta el demonio, que siembra odio, maldad, violencia, injusticias, para que los hombres lleguen a desesperarse y culpar a Dios, y así se alejen del Señor. 

Que no suceda eso con nosotros los cristianos, porque tenemos fe, tenemos confianza, y esa fe y confianza deben ser inconmovibles, y pase lo que pase debemos confiar ciegamente en Dios y en su Providencia, porque antes fallarán el cielo y la tierra, pero no podrá decirse que uno que puso su confianza en Dios, haya quedado defraudado. 

Amén.

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