La mirada de María Santísima no se aparta jamás de ti. Vela todo el día y toda la noche para que no temas ni llores. Vela para que sientas la cercanía maternal de su Corazón Inmaculado, para que te sientas protegido, amparado contra los dardos venenosos del enemigo. Cuando Satanás la ve cerca de ti, huye como la peste. La detesta porque es Inmaculada, es humilde, es pequeña, pero es Reina, Madre del Señor.
Confíate a Ella. No dejes que pase un solo día sin cantarle el avemaría, sin consagrarte a su Inmaculado Corazón, sin tener un encuentro con su mirada. Si te encuentras bajo su mirada, serás dichoso y bendito, porque a quien María mira, Dios salva.
Alejandro María
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