Jesús le dice al joven rico: "Vende lo que tienes y dáselo
a los pobres. Luego sígueme". Jesús pide radicalidad para ser perfecto. No
basta con cumplir los mandamientos. El que aspire a la santidad debe entregar
"todo", todo aquello a lo que se aferra. Son nuestros 'tesoros',
apegos, ídolos, lo que el Señor quiere que le entreguemos.
Cuando una persona se consagra a María por el método de San Luis
María Grignon de Montfort, se despoja absolutamente de todo, pues entrega a la
Santísima Virgen cuerpo, alma, bienes exteriores e interiores y hasta el valor
y mérito de las buenas acciones. Se hace esclavo de María. ¿Puede haber mayor
pobreza? No posee absolutamente nada. A la vez, esta pobreza nos hace ser los
más ricos, pues con la misma radicalidad con la que el alma se entrega a María
lo hace nuestra bendita Madre. Poseemos, como el Apóstol San Juan, a la Virgen
en la casa de nuestra alma.
La Santísima Virgen cuida de sus consagrados y los trata como a
perlas preciosas. Los nutre, dirige, ama, consuela. Ella los conduce a la vida
eterna.
Gracias, Madre, por tu amor y misericordia. Llévanos a
Jesús.
Totus tuus Mariae.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma