Mientras no
estemos en el Infierno, es tiempo todavía de volver a empezar. Porque si
caemos en el Infierno, entonces sí que ya no hay más posibilidades para
nosotros. Pero mientras tanto, aunque la vida parezca un verdadero infierno a
veces, la realidad es que no estamos todavía en él.
Pidamos a Dios que
nos ayude a levantarnos, a salir a la luz, a quitar las tinieblas que nos
envuelven, para que podamos seguir nuestro camino de la vida sobre la tierra,
que es tiempo de prueba y de una prueba durísima, como bien lo dice el
Apocalipsis: “Éstos son los que vienen de la Gran Tribulación”.
¡Y qué
tribulación más grande que la propia vida! Quien no lo vive así es porque
todavía no ha sufrido lo suficiente, el demonio no lo ha probado todavía, o
lo que es peor: está tan en poder del demonio que le deja tranquilo, total
tendrá tiempo de sobra para torturarlo en la eternidad, en el Infierno.
No queramos andar
solos por la vida, porque Jesús, a pesar de que era Dios, no desdeñó la ayuda
del Cireneo, y sin esa ayuda hubiera sucumbido. ¿Y nosotros queremos ser más
que el Señor? ¿Nos creemos más fuertes que Él, que era Dios?
Estamos en un
grave error si queremos arreglar todo nosotros solos, porque no sólo es que
necesitamos la ayuda de Dios, que nos viene a través de la oración, los
sacramentos y los sacramentales; sino que además necesitamos también la ayuda
de otros hermanos, que Dios quiso poner a nuestro lado para que nos ayuden en
el tiempo propicio, como Él fue ayudado también.
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Si estamos en la
oscuridad o en la desgracia, busquemos ayuda, porque todo el que pide recibe,
el que busca encuentra, y al que llama se le abrirá. Recurramos a la medicina,
a los profesionales, que son una ayuda de Dios y no enemigos suyos. Porque a
veces queremos que Dios nos solucione todo, cuando Él ha dispuesto que la
solución venga de las causas segundas, es decir, de los hombres de que Él se
sirve para traernos la salud, el bienestar, la felicidad, la paz..
SantísimaVirgen
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