Así, cuando llegues
y llames a mi puerta
encuentres mi mente
despierta,
mi corazón
inclinado totalmente a Ti
mis pies sin
haberse desviado de tu camino
y, mis manos, ¡ay
mis manos!
volcadas de lleno
con las piedras de tu Reino.
Sí, Señor;
Que no me duerma y
que, en la noche de mi vida,
mantenga encendida
la lámpara de mi fe
Abierta, sin temor
alguno, la ventana de mi esperanza
Confiada, sin
ninguna fisura, la grandeza de mi alma
Que no me
duerma, Señor.
¡Son tantos los que
desean verme adormecido!
¡Son tantos los que
insinúan que no vendrás!
¡Son tantos los que
se cansaron de esperar!
Ayúdame, mi Señor,
a ser persona con esperanza
a esperar, con la
ilusión de un niño,
el destello de la
estrella de un eterno mañana
la noche mágica y
santa de una Navidad luminosa
el misterio, que
sin comprenderlo,
asombrará
totalmente a mis ojos
al ver tu humanidad
y divinidad juntas.
Que no me
duerma, Señor.
Y que, cuando
mañana despierte,
siga mirando, por
el balcón, hacia el horizonte
sabiendo que, tarde
o temprano, llegarás
porque, pronto o
tardíamente,
cumplirás lo que
has prometido: que vendrás.
Que no me
duerma, Señor.
Amén.
P. Javier Leoz
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