Realmente me llama la atención cómo todos los medios de
comunicación están alarmados con el tema de la corrupción.
Los hombres más representativos, los más sabios, los mejor
documentados, ¡buscando soluciones!…
Que si son los políticos, los funcionarios de los gobiernos, los
estafadores, los de las drogas, los comerciantes…
Que si la solución es más castigo, más policías, más control, más
leyes, más vigilancia, más registros.
Buscan por fuera, como si se tratara de un producto de la calle que
ha salido de mala calidad, cuando el mal está dentro, el mal es de base, el mal
está por otra parte.
¡Falta Dios!
Pueblo sin religión es pueblo corrupto; pueblo sin principios ni
valores es pueblo tramposo; pueblo que no reza es pueblo vulnerable, pueblo que
todo lo tiene, es lo que compra y lo que especula… es pueblo materializado. Pero
como ese pueblo tiene un alma y no se la llena, empieza la violencia, la
rebeldía, la desfachatez, la droga, el sexo, la vagancia.
Los pueblos son tierras que deben cosecharse y nutrirse con raíces
de Dios.
Los pueblos tienen tradición, costumbres, símbolos.
Tienen su sello que los distingue. ¡Tienen alma!
Hay países científicos, países cultos, países guerreros, países
creyentes, países dignos, pero todos necesitan creer.
Necesitan ejemplo y necesitan moral.
Un pueblo con el aire viciado, está en periodo de descomposición.
Un pueblo corrupto, morirá, le faltaría alma para vivir, claridad
para conducirse, alimento para nutrirse y virtud para obrar.
A nuestro tiempo todo se le ha ido en antibióticos, en operaciones de
corazón abierto, en aparatos electrónicos, en nuevos métodos de comunicación,
pero nos ronda la soledad, la formación moral no aparece, los principios no se
enseñan y la fe ¡ni se nombra!
Hoy, los pueblos necesitan ejemplo, necesitan pautas que seguir.
Los gobernantes debieran ser figuras que despierten admiración en
los demás, debieran ser hombres de una sola pieza, que cumplan lo que prometen,
que digan lo que sienten, que se describan y se manifiesten como son.
¡Pero cuántos dirigentes sin criterio, sin dirección, sin
compromiso, sin palabra, sin moral, sin dignidad!
No me canso de ver esa fotografía de los presidentes hispanoamericanos,
todos fervientes seguidores de la democracia… pero les tiembla el pulso si
tienen que dar un voto para defenderla. Todos amigos de Dios, pero con una
puerta abierta para el diablo. Todos abriendo camino, pero de ésos que tienen
doble vía para poder escapar cuando les convenga.
¡Qué buen documental para la posteridad!
¡Qué legado tan turbio para la juventud!
¡Qué mancha tan negra en el mismo corazón de la historia!
Todos juntos, todos sonrientes, dejando pasar el engaño por debajo.
Todos, bordeando el camino para ir a dar con la “conveniencia”.
Todos, como conejitos escurridizos al momento de definirse.
¡Cuántos hombres oscuros queriendo brillar!
¡Cuánta palabra de honor, deshonrándose a si misma!
¡Cuántas emboscadas a traición!
¡Cuántos pingüinos agigantados!
Hombres que nos seducen, nos atraen, nos manipulan, nos utilizan y
nos engañan. Vivimos un momento difícil, de crisis. La historia nunca es lo
suficientemente interesante, si no entra el sexo. La información nunca es lo
suficientemente atractiva, si no entra la deformación de los hechos.
La noticia no arrastra si no llega al escándalo.
La libertad no se desea si no llega al libertinaje.
El poder no se concibe si no esclaviza a los demás.
La vocación es inútil si no produce dinero.
Y el dinero no satisface si no te fabrica un pedestal.
El futuro no atrae si no lo dicen los astros.
El presente no se tolera si no trae envuelto un sin fin de rarezas,
locuras, y extravagancias. Y el pasado “ha muerto”, como ahogado por la
avalancha incontenible de la modernidad.
Los pueblos no son un contorno territorial solamente.
Son, ante todo, un contenido espiritual que los une.
A los pueblos hay que darles fe, para que los principios morales
empiecen a funcionar. Hay que darle contenido a sus vidas, para que aprendan a
vivirlas. Y hay que darles un código de conducta, para que sepan conducirse.
Sería bueno que volvamos a lo que sería hoy un novedoso experimento,
y empecemos a hurgar en el interior del hombre, en el alma humana, en las
apetencias del espíritu, en la formación del carácter, en los valores
personales, la rectitud, la honestidad, el amor y la fe…
Andamos triunfando por las ramas y se está perdiendo el tronco.
Andamos explorando mundos y se está olvidando la tierra que
pisamos.
Andamos sedientos de algo ¡y se está desechando a Dios!
Si ya hemos probado, sin éxito, con el sometimiento, con la
corrupción, con el dinero, con las componendas… ¿por qué no buscamos otra luz? ¿Por
qué, si le tememos tanto a los enigmas del nuevo siglo, no cambiamos la
dirección y acabamos de convencernos de que los pueblos tienen alma y probamos
con la fe, con el evangelio y con Cristo?
Después de todo, buscar una luz más alta podría ser el modo más
novedoso de salvar al mundo…
Zenaida Bacardí de Argamasilla
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