¡Oh Santísima e Inmaculada Virgen María,
tiernísima Madre nuestra y poderoso Auxilio de los Cristianos! Nosotros nos
consagramos enteramente a tu dulce amor y a tu santo servicio. Te consagramos
la mente con sus pensamientos, el corazón con sus afectos, el cuerpo con sus
sentidos y con todas sus fuerzas, y prometemos obrar siempre para la mayor
gloria de Dios y la salvación de las almas.
Tú, pues, ¡oh Virgen incomparable! que
fuiste siempre Auxilio del Pueblo Cristiano, continúa, por piedad, siéndolo
especialmente en estos días. Humilla a los enemigos de nuestra religión y
frustra sus perversas intenciones. Ilumina y fortifica a los obispos y
sacerdotes y tenlos siempre unidos y obedientes al Papa, maestro infalible;
preserva de la irreligión y del vicio a la incauta juventud; promueve las
vocaciones y aumenta el número de los ministros, a fin de que, por medio de
ellos, el reino de Jesucristo se conserve entre nosotros y se extienda hasta
los últimos confines de la tierra.
Te suplicamos ¡oh dulcísima Madre! que
no apartes nunca tu piadosa mirada de la incauta juventud expuesta a tantos
peligros, de los pobres pecadores y moribundos y de las almas del Purgatorio:
sé para todos ¡oh María! dulce Esperanza, Madre de Misericordia y Puerta del
Cielo.
Te suplicamos, gran Madre de Dios, que
nos enseñes a imitar tus virtudes, particularmente la angelical modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad, a fin de que, por cuanto es posible,
con tu presencia, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo, representemos,
en medio del mundo, a tu Hijo, Jesús, logremos que te conozcan y amen y
podamos, llegar a salvar muchas almas.
Haz, ¡oh María Auxiliadora! que todos
permanezcamos reunidos bajo tu maternal manto; haz que en las tentaciones te
invoquemos con toda confianza; y en fin, el pensamiento de que eres tan buena,
tan amable y tan amada, el recuerdo del amor que tienes a tus devotos, nos
aliente de tal modo, que salgamos victoriosos contra el enemigo de nuestra
alma, en la vida y en la muerte, para que podamos formarte una corona en el
Paraíso.
Así sea
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