Lectura
espiritual
Ejemplo 4.
En uno de los primeros meses del año 1973, en un sanatorio de una
ciudad castellana, estaba enferma una señora a la que visitaba todos los días
un hijo espiritualmente desgraciado, pues llevaba una vida de completa
disipación y total apartamiento de los preceptos religiosos, constituyendo esto
la preocupación constante y angustiosa de la madre.
Una religiosa, que también estaba en el Sanatorio y se enteró del
caso, entregó a la aludida señora unas estampas sobre la devoción de las tres
Avemarías con objeto de que encomendase la solución del asunto a la Santísima
Virgen, rezándolas diariamente y dando a su hijo una de esas estampas con la
recomendación de que hiciera lo mismo.
Así lo hizo la acongojada madre, suplicando encarecidamente a la
Virgen María la conversión de su hijo y obsequiándola con el rezo de las tres
Avemarías.
Pasados unos días tuvo conocimiento de que habían sido anunciados
unos “Cursillos de Cristiandad” para jóvenes, y con gran ilusión le pidió a su
hijo que se inscribiese para asistir a ellos, pero el joven se negó
rotundamente, exclamando: “Déjame, madre, de tonterías; deja que viva la vida,
que para mí tiene tantos atractivos; ¡qué tengo que hacer yo en semejantes
cursillos!”...
La madre del “descaminado”, sollozando por este fracaso, contó a la
religiosa que le había dado las estampas de las tres Avemarías lo sucedido, y
juntas continuaron rezándolas pidiendo fervorosamente a la Madre de Dios su
mediación en favor de esa alma desdichada... Y, cual no sería su grata
sorpresa, cuando, precisamente, el día en que terminaba el plazo para las
inscripciones, el hijo dice a la madre: “Bueno, sólo por darte gusto, iré a
perder el tiempo en esos inútiles cursillos que tanto empeño tienes en que tome
parte...”
Va, al fin, el joven con desgana a inscribirse, y le manifiestan
que ya no hay plaza disponible, pues se han cubierto todas. Ante esto, iba a
retirarse el interesado (contento en el fondo por liberarse de su compromiso y
poder justificarse a ojos de la madre), cuando le mira el Padre Director y le
dice que “no sabe por qué, pero que siente que le tiene que admitir”, y en
efecto, fue admitido y practicó aquellas jornadas de espiritualidad, con tan
feliz resultado que, una vez terminadas, se presentó a su madre como “un hombre
nuevo”, completamente regenerado y decidido a no apartarse de la Ley de Dios.
El santo gozo de la madre fue inmenso; y el hijo “revivido” es hoy
un entusiasta propagador de la devoción de las tres Avemarías, cuya eficacia
proclama reconociendo que por la intervención de la Virgen Santísima obtuvo la
gracia de Dios.
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