Qué bien entendió María lo que significa fidelidad a Dios!
Ella fue
siempre fiel, constante, paciente, perseverante. La luz de su fe jamás se
apagó, ni siquiera al pie de la cruz.
Ella sabía que la Palabra de Dios es
viva, potente y a pesar de todas las aparentes contradicciones, Dios siempre
triunfa.
El Reinado del Corazón Eucarístico de Jesús comenzará por medio del
Triunfo del Corazón Inmaculado de María.
Nosotros, sus hijos, debemos imitar en
todo a María: en su sencillez, humildad, obediencia, docilidad, fe viva y
confianza ciega en Dios. De este modo, soldados de su ejército, ayudaremos a
María en su Triunfo.
El Amor de Dios purifica, renueva, restaura. María, la Llena de
Gracia, nos enseña a contemplar con amor este Fuego que arde en la cruz, que
arde vivamente en el Santísimo Sacramento. Ese fuego debe incendiar el mundo,
todos los corazones.
Pidamos a María la gracia de acoger el Fuego del Amor Divino, hecho
Pan partido y repartido con fidelidad.
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