Perdona, pero, ¿no te sentís un poco
encerrado, no te asfixia ese egoísmo de estar sólo en tus cosas?
Son proyectos mezquinos, porque en ellos
no hay lugar para tu hermano.
No eras así, tenías sueños generosos y magnánimos en tu corazón.
¿Por qué cerraste la puerta a la
intemperie donde vive tu hermano?
¿Acaso se rompieron las alas gigantes de
tu sueño?
Dejaste que el amor se apagara.
Por eso estás insatisfecho y aburrido, cansado
de vos mismo, mientras insistís en la búsqueda absurda de la felicidad, en
cosas que pasan sin darte aquello tan bello que buscamos.
Pero seguís teniendo una oportunidad.
Abrí el corazón, porque gracias a Dios, tenemos
a Jesucristo.
Él está involucrado en su carne y en su
sangre, en el trabajo de abrir la puerta y el camino que cerramos.
Él enciende el amor sin el que agonizamos
sin sentido.
¿Por qué esperar?
¿Por qué esperar?
¿Por qué insistir en el naufragio?
Salgamos del egoísmo frustrante, dañino para el hermano y para nosotros mismos, y aceptemos la puerta:
“Padre, perdónalos porque no saben lo
que hacen”.
Aceptemos el camino:
“Ámense entre ustedes así como yo los he
amado”.
Marchemos hacia el horizonte:
“En la casa de mi padre hay muchas
habitaciones,
Yo voy a prepararles un lugar”.
P. Guillermo
Ortiz SJ.