¿No es raro que muchos cristianos, pausados y hasta solemnes para la vida
de relación (no tienen prisa), para sus poco activas actuaciones profesionales,
para la mesa y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos y
urjan al Sacerdote, en su afán de recortar, de apresurar el tiempo dedicado al
Sacrificio Santísimo del Altar? (Camino, 530)
La Misa ‑insisto‑ es acción divina, trinitaria, no humana. El sacerdote
que celebra sirve al designio del Señor, prestando su cuerpo y su voz; pero no
obra en nombre propio, sino in persona et in nomine Christe, en la Persona de
Cristo, y en nombre de Cristo.
El amor de la Trinidad a los hombres hace que, de la presencia de Cristo
en la Eucaristía, nazcan para la Iglesia y para la humanidad todas las gracias.
Este es el sacrificio que profetizó Malaquías: desde la salida del sol hasta el
ocaso es grande mi nombre entre las gentes; y en todo lugar se ofrece a mi
nombre un sacrificio humeante y una oblación pura. Es el Sacrificio de Cristo,
ofrecido al Padre con la cooperación del Espíritu Santo: oblación de valor infinito,
que eterniza en nosotros la Redención, que no podían alcanzar los sacrificios
de la Antigua Ley. (Es Cristo que pasa, 86)
San Josemaría
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