¡Gracias, Señor!
Por subir a ella, cuando nosotros
no nos atrevernos.
¡Gracias, Señor!
Por bajar, a esos infiernos a
los que estábamos llamados.
¡Gracias, Señor!
Porque, tus dolores, evitan los
nuestros.
¡Gracias, Señor!
Porque, sin conocer el pecado,
cargas con los de todos nosotros.
¡Gracias, Señor!
Porque pudiendo decir tanto, nos
haces llegar escasas 7 palabras.
¡Gracias, Señor!
En la cruz, sigues empeñado en
regalarnos:
una Madre y un amigo, María y Juan.
¡Gracias, Señor!
En la cruz, haces lo que siempre
nos enseñaste:
¡Perdónales, no saben lo que hacen!
¡Gracias, Señor!
En la cruz se funde la llave del
infierno para que,
ningún hombre, pueda encontrarla y
sólo se dé
con la que abre las puertas del
mismo cielo.
¡Gracias, Señor!
Porque, desde la cruz, la cuerda
que sobra es empleada
para rescatarnos y no dejarnos
abandonados a nuestra suerte.
¡Gracias, Señor!
¡Qué gran amor! ¡Qué gigantesco
amor cuando, además
de ofrecerse, es colmo y el no va
más cuando deja clavarse!
Déjanos, Señor, por lo menos desde
lejos acompañarte y,
nunca olvidar, que por nosotros Tú
has sido clavado en esa cruz.
Déjanos sentir, Señor, que todos
somos clavados
–en tu amor, con tu amor y por tu
amor– en ella.
No estás solo, Señor.
P. Javier Leoz
http://www.celebrandolavida.org/Principal.htm
Foto: https://plus.google.com/u/0/114030935241415979260
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