El Dr. Robert White, catedrático en la Universidad de Cleveland y director
de su hospital, era un gran cirujano y creyente. Una vez dijo: “Para mí la
práctica de la medicina y la fe religiosa están indisolublemente ligadas. Oro
mucho, sobre todo antes de efectuar operación y después de terminarla”.
Dios tiene que estar muy vivo en la vida de los creyentes.
Está muy presente en la mente y el
corazón de muchos pueblos.
Algunos de
éstos tienen como primer principio creer en Dios.
A pesar de
que Dios es lo más importante para muchas personas, otros no confían en Él,
sino en los ídolos. En momentos como los actuales viene bien recordar lo que
dice Pablo: “Sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el momento de
nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se alarmen por
revelaciones, rumores o supuestas cartas nuestras en las que se diga que el día
del Señor es inminente”. (2 Ts 2,1-2)Es inútil perder el tiempo adivinando fechas
del fin del mundo. “En cuanto al día y la hora nadie lo sabe”. (Mt 24,36)Existen
demasiados adivinos que, con sus sueños vanos, sólo logran despertar temores.
De cara al
futuro se dan distintas respuestas; pero parece que pululan los profetas de
calamidades que, refugiándose en el pasado, anuncian un futuro trágico. Así
surge un clima donde abundan los miedos irracionales y los cataclismos. En todo
ven el final de los tiempos.
Haremos de la
historia lo que decidamos que sea.
Nos damos
cuenta de que somos capaces de las mejores empresas, pero al mismo tiempo
sentimos que somos “marionetas” a las que el viento mueve a su antojo. Dios nos
ha creado libres, y podemos elegir la vida o la muerte.
Cada día los pájaros se despertarán en la copa de los árboles a la misma
hora, cantarán de la misma manera y apenas hayan terminado de cantar, irán en
busca de alimento. En cambio, para los seres humanos todo será diferente.
Tal vez se apliquen con buena voluntad a la construcción de un mundo mejor.
¿Ocurrirá eso? Tal vez, pero acaso no.
Nosotros tenemos que creer en el Dios de la vida, ese que quiere la
salvación de todos, el que nos ilumina en nuestro caminar.
“El Dios que dijo: Brille la luz en las tinieblas, es el que ha encendido
esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria
de Dios, que está reflejada en el rostro de Cristo”. (2 Co 4,6)
“Dios nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, basada no
en la letra de la ley sino en la fuerza del Espíritu”. (2 Co 3,6)
Y esta fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros. “Nos
acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; somos perseguidos, pero no
quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos”. (2 Co 4,7ss)
Es necesario, pues, confiar en Dios, orar en todo momento. Esta confianza
nos ayuda a ver sin miedo el futuro, a vivir el presente con la completa
seguridad de que Dios nos cuida y nos ama.
P. Eusebio Gómez Navarro OCD
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