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domingo, 17 de mayo de 2015

Los apegos



¿Quién no ha visto en la playa a unos niños construyendo un castillo de arena?
De forma esmerada los niños recogen la arena con las manos y la apisonan firmemente en el lugar apropiado hasta armar muros y torres, que algunas veces adornan con palitos para simular banderas. Y luego de contemplar por unos momentos con orgullo e imaginación su obra, en un arrebato de juvenil alegría destruyen todo y esparcen la arena, mientras observan cómo las olas borran cualquier vestigio de su obra.

¿Por qué motivo emplean tanto tiempo y esfuerzo en construirlo para luego derribarlo?
Porque han aprendido y están aprendiendo a disfrutar todo, a sacar provecho de cada situación, a vivir el presente con alegría.

El castillo de arena también nos deja varias enseñanzas importantes:

Los granos de arena se pueden comparar con las personas: cuando se unen para trabajar en equipo logran mucho más que como individuos solitarios. Cuando nos olvidamos de nuestras relaciones con los demás y tratamos de existir como granos de arena aislados, las olas del tiempo borran toda huella de nuestra sociedad.

Hay que aprender a disfrutar lo que ahora tenemos, lo que ahora somos y con quien ahora estamos, entendiendo que todo es efímero. Si alguno de los niños se hubiese apegado al castillo de arena, lo más seguro es que hubiese dejado de jugar para cuidarlo, y de seguro hubiera habido sufrimiento cuando sus padres lo llevaran de vuelta a casa. Y eso sin contar los problemas que hubiese tenido con aquellos otros niños que intentasen tocar, modificar o desbaratar "su pertenencia".

Los apegos desmedidos a los bienes materiales y a las personas que se van o que mueren, engendran mucho dolor en quienes consideran que eso era "su pertenencia", y no los dejan ir cual si fuesen castillos de arena que las olas desbaratan en la playa.

Los niños poseen esa capacidad mágica de dejar en suspenso sus problemas y simplemente dejarse ir y darse a sí mismos permiso para ser libres; aún no han perdido la capacidad de saber vivir el ahora, el ya. Los niños aún no han aprendido a aplazar la gratificación, tal como ocurre con los adultos.

El niño al que se le ofrece escoger un caramelo hoy o tres mañana, tomará siempre el de hoy. Muchos adultos, por el contrario, elegirían los tres caramelos de mañana, lo que significa, en realidad, no gozar nunca de un caramelo.

La verdadera felicidad no está en lo que se anhela sino en lo que se lucha. No está en lo que se piensa tener, sino en lo que realmente se tiene. Rico no es quien tiene mucho, sino quien necesita poco. Ya lo dijo alguien:

“En su juventud gastó su salud por tener dinero. Y en su senectud gastó su dinero por tener salud. Y ya sin dinero, y ya sin salud, ¡allá va Romero en un ataúd!”


 

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