Dame tus
sandalias, María.
Quiero sentir
el polvo del camino para llegar hasta Dios desprendido de todo.
Quiero fiarme
de la Palabra y no sustentarme en el alimento cotidiano.
Dame tus
sandalias, María.
Para
transformar mi camino en encuentro personal y definitivo con Dios.
Para confiar
en Aquel que habla de lo alto cuando yo me empeño en mirar hacia abajo.
Dame tus
sandalias, María.
Para ser y
vivir un poco como Tú sin más brújula que tu fe, ni más amparo que la luz
de la luna.
Dame tus
sandalias, María.
Para decirle
a Jesús que, aun con debilidades, su resurrección es para mí motivo de alegría,
llamada a la conversión, oportunidad para una vida nueva, agua fresca en mi
existencia oscura y sedienta.
Dame tus
sandalias, María.
Y, si quieres
y puedes, dime cuál es tu paso y tu número, para caminar de igual forma que Tú.
Amén.
P. Javier
Leoz
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