Contamos con
un potencial ilimitado como hijos de Dios.
Todos, sin
excepción, podemos ejercer a diario la magia más importante: la magia del amor.
Gracias a
ella podemos perdonar lo imperdonable, sanar heridas en el alma, derribar los
muros del odio y construir puentes de hermandad.
No hay
distancias por extremas que sean, que el amor no las acorte tendiendo puentes
sobre ellas.
Somos magos,
y a diario podemos realizar maravillas con el amor.
No hay muro
por muy alto que sea, que el amor no lo derrumbe.
No hay pecado
por muy grave que sea, que el amor no lo redima.
El amor todo lo vence.
El amor todo lo vence.
El amor es
nuestra esperanza, nuestra luz y nuestra salvación.
Lo
necesitamos y lo sentimos en los momentos adversos cuando el destino nos sacude
sin piedad.
Ante una
enfermedad grave, o doblegados por la muerte de un ser querido, apreciamos en
toda su esencia la importancia del amor.
No hay
enfermedad por muy grave que sea, que el amor no la sane.
Valoramos al
máximo el calor de un abrazo, la ternura de una caricia y el poder sanador de
las palabras afectuosas.
No importa
cuán serio sea un problema, cuan desesperada una situación, cuán grande sea un
error, el amor tiene poder para superar todo esto.
Pongamos al amor en el centro de nuestras vidas, recuperemos la ternura y abramos espacios al afecto.
En este mundo
tan diverso...
El único
camino es el amor.
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