Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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lunes, 11 de mayo de 2015

No enojarnos con Dios.



Dios es bueno y nos ama

Hay muchas personas que, al sufrir algún accidente o mal, o incluso si pierden a un ser querido, se enojan con Dios, dejan de ir a Misa, y se vuelven hoscas con Dios y con las cosas de Dios, y terminan haciéndose malas, o al menos indiferentes para con la religión.

Pero esto le sucede a quien tiene poca fe y no conoce la verdad, no sabe distinguir la actuación de Dios, de la actuación de Satanás.

Porque si nos sucede algún mal, debemos saber que nunca el mismo viene de Dios, sino del Maligno, del pecado y de los hombres malvados, pero jamás puede venir de Dios, porque el mal es una imperfección y Dios no lo puede querer, aunque a veces lo permite porque sabe sacar un bien del mal.

Si perdemos un ser querido porque nos lo arrebata la muerte, debemos recordar que la muerte no la ha hecho Dios, sino que entró en el mundo por medio del pecado, es decir, por la instigación de Satanás.

Así que estemos atentos a estos movimientos de nuestro corazón cuando nos sobreviene alguna desgracia o pérdida, para no echarle la culpa a Dios, alejándonos de Él y de su Iglesia, sino más bien correr a refugiarnos en Él y pedirle ayuda para sobrellevar el dolor causado por el demonio o las criaturas.

No hagamos que el demonio cante victoria al vernos enojados con Dios, y por ende, alejados cada vez más de Él, porque justamente eso es lo que busca el diablo, que estemos lejos de Dios, para poder atraparnos y tenernos más dominados.

Recordemos el Libro de Job, cuando era el demonio el que le causaba todos los daños, si bien Dios lo permitía. Y el diablo lo hacía para que el justo Job maldijera a Dios, se enojara con Él, y entonces así pecara y fuera esclavo del demonio.

Estemos atentos a estas cosas, porque incluso nadie las dice, y a veces hay un lenguaje, incluso en los santos, que pareciera que es Dios el autor del mal. Pero no es así, Dios no puede hacer el mal, aunque lo permite por sus altísimos fines.

¡Bendito sea Dios!

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