“Jamás hombre alguno podrá penetrar todas las grandezas del santo Patriarca. Se necesitaría una inteligencia capaz de abarcar toda la extensión del misterio con el cual tiene una íntima relación como instrumento necesario. No sin motivo quiso Dios anunciarle y figurarle en uno de los personajes más amables y más augustos del Antiguo Testamento. San Bernardo ha expresado con su elocuencia acostumbrada este maravilloso paralelismo: «El primer José, vendido por sus hermanos, tipo en esto del Redentor, fué conducido a Egipto; el segundo, huyendo de la perfidia de Herodes, se refugió con el Redentor en la tierra de los faraones. El primer José, guardando la fe a su señor, conservó la inocencia frente a las solicitaciones de la esposa infiel; el segundo, modelo también de castidad, fué el amparo de su Señora, la Madre de su Señor, y el testigo de su virginidad. Al primero le fue dada la inteligencia de los secretos revelados en los sueños; el segundo recibió la confidencia de los más altos misterios celestiales. El primero conservó las cosechas de trigo, no para sí, sino para todo el pueblo; el segundo recibió bajo su custodia el Pan y Vino descendidos del Cielo, para sí mismo y para todo el mundo”.
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