¡Qué bueno eres, Dios mío! Si hubieras llamado primero a los ricos, los pobres no se habrían atrevido a acercársete; se habrían considerado obligados a quedarse aparte a causa de su pobreza; te habrían mirado de lejos, dejando que te rodearan los ricos. Pero Tú llamaste a todo el mundo, a todo el mundo: a los pobres, les has mostrado hasta el fin de los siglos, que son los primeros escogidos, los favoritos, los privilegiados; los ricos, por una parte, no son tímidos, por otra depende de ellos llegar a ser pobres como los pastores. En un minuto, si quieren, si tienen el deseo de ser semejantes a Tí, si temen que sus riquezas los aparten de Tí, pueden llegar a ser perfectamente pobres.
¡Qué bueno eres! ¡Has escogido el mejor medio para atraer a todos tus hijos, sin excepción alguna! Y qué bálsamo pusiste hasta el final de los siglos en el corazón de los pobres, pequeños, despreciados del mundo, mostrándoles desde tu nacimiento que son tus privilegiados, tus favoritos, los primeros escogidos, siempre llamados a estar a tu alrededor, tú que quisiste ser uno de los suyos y estar desde tu cuna y toda tu vida rodeado de ellos.
San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara
Meditaciones sobre los santos evangelios, Nazaret 1897-98; n°263.evangelio.org
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