El Verbo de Dios no ha abandonado a los hombres, sus criaturas, que corrían hacia su ruina. Con la ofrenda de su cuerpo anuló a la muerte que se había unido a ellos. Con su enseñanza corrigió las negligencias, con su poder restauró al género humano. (…)
Cuando la figura de alguien fue pintada sobre madera, luego borrada por los elementos exteriores, es necesaria la presencia del retratado si queremos restaurar su imagen sobre la misma materia. Esta madera no es descartada debido a la imagen que habíamos pintado y queremos restaurar. Lo mismo, el Hijo muy santo del Padre, siendo imagen del Padre, vino a nuestro mundo para renovar al hombre que fue hecho semejante a él. Vino para encontrarlo, porque se había perdido, y le remitió sus pecados. Cómo expresa la Escritura: “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).
Cuando Jesús dice a Nicodemo: “Tienen que renacer…” (Jn 3,7), no hace alusión al nacimiento de una mujer, cómo pensaron, sino al renacimiento y recreación del hombre a su imagen.
San Atanasio (295-373)
obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
Tratado sobre la Encarnación del Verbo 10 (PG 25. In “Lectures chrétiennes pour notre temps”, Orval, 1972), trad. sc©evangelizo.org
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