Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

jueves, 9 de junio de 2022

Vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda

«El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan» (1C 10,17) ¿Qué es este pan? El Cuerpo de Cristo. ¿Y qué llegan a ser los que lo reciben? El Cuerpo de Cristo. No son muchos cuerpos, sino uno solo. ¡Cuántos granos de trigo entran en la composición de este pan! Pero estos granos ¿quién los ve? Ciertamente que están dentro del pan que ellos mismos han formado, pero nada distingue a unos de otros, por lo muy unidos que están.
 
Es así que nosotros estamos unidos los unos con los otros y con Cristo. Ya no son muchos cuerpos alimentados por diversos alimentos; formamos un solo cuerpo, alimentado y vivificado por un mismo pan. Por eso Pablo dice: «Participamos todos de un solo pan». Si todos participamos del mismo pan, si estamos unidos a él hasta el punto de formar un mismo cuerpo, ¿por qué no estamos unidos por un mismo amor, estrechamente vinculados entre nosotros por la misma caridad?.
 
Releed la historia de nuestros antepasados en la fe y encontraréis este cuadro destacable: «En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo» (Hch 4,32). Pero, desgraciadamente, hoy no es así. La Iglesia en nuestros días ofrece un espectáculo contrario; no se ven más que conflictos dolorosos, encarnizadas divisiones entre hermanos... Estabais lejos de él, pero Cristo no ha dudado de uniros a él. Y ahora ¿no os dignáis imitarle para uniros de todo corazón a vuestro hermano?... Nuestros cuerpos, hechos de arcilla (Gn 2,7) a causa del pecado habían perdido la vida y habían sido hechos esclavos de la muerte; el Hijo de Dios, les ha añadido la levadura de su carne, libre de todo pecado, en una plenitud de vida. Y ha dado su cuerpo en alimento a todos los hombres para que, renovados por este sacramento del altar, todos tengan parte en su vida inmortal y bienaventurada.
 
San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre la 1 Carta a los Corintios, nº 24
 

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