Quiso Dios elegir un camino que le llevara, del Cielo, al humano corazón.
Desde su eterna morada viajó a Belén; de Belén, pasando por la cruz, al sagrario, y allí, en esa cárcel de amor, bajo esa nívea túnica de pan, silente y escondido, esperó a que las almas sedientas de Dios fueran a su encuentro.
Pudo elegir innumerables destinos, incontables formas bajo las que quedarse entre nosotros, pero eligió la más accesible para que el alma se acerque, el corazón se rinda y la lengua lo consuma.
Hoy, Señor, saldrás de tu refugio, exhibirás tu Divinidad y el mismo sol, vestido de Custodia, te rodeará como halo divino.
Mis ojos te verán pasar, y al verte enclaustrado se preguntarán si eres el mismo Dios que pisó esta tierra; entonces, el alma, llena de fe, responderá a la razón:
“Al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»”.
Y será esa mirada llena de fe la que haga sentir que el alma ha sido rozada, la que sienta esas emociones que solo capta quien ama; será el corazón quien note que una voz se suma a sus latidos: la de ese Dios al que no veo, pero que, en silencio, me habla.
Entonces, solo ante Ti, solo a tu paso, se inclinará mi humanidad 8entera y, con ella, mi alma.
Y mientras el espíritu se libera de la venda de la razón, Tú, silente y entregado, vas dejando una divina estela en esos “locos” que descubren, bajo esa nívea forma, a Dios.
“Corpus Christi”……
Dos palabras que engloban a Dios; dos palabras ante las que, al quedar su eco resonando en el aire, la naturaleza enmudece y se arrodilla.
Hoy volverás a dejar ese aroma divino, y lo harás como siempre: manso y humilde.
Hoy mi alma se rasgará ese velo de dudas y, al verte pasar, clamará en silencio: “¡Señor mío y Dios mío!”
Madrid, España
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