La tormenta está fuerte y seguramente se pondrá peor. Pero Jesús no duerme, sino que espera pacientemente a que nuestra fe despierte. Ya sea increpando al viento y calmando las aguas, o reconociendo humildemente que no podemos sin Él. Pero ahí está nuestra pequeña fe, aprendiendo a creer.
Después de alguna tragedia, algunos culpan a Dios. Entre llanto y cólera se escuchan frases como ¿Dónde estabas cuando te necesité?, a lo que Dios podría decir, “donde estaba tu fe”.
¡Ánimo! Jesús está a bordo.
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