Quién lo dijera!, que de esas dudas y negaciones, de esa envalentonada alma que se alzaba como única, pero caía al suelo ante el primer contrario viento, Dios eligiera el timón y la cabeza de su Iglesia.
¡Quién lo pensara!, que de esa espada que buscaba bañarse en sangre cristiana, Dios hiciera la más afilada lengua que convirtiera a las almas paganas.
Y así, forjados en las luchas y cruces que vivió cada alma, humillándose y superando sus miserias, Pedro y Pablo se alzaron como columna y estandarte, fe y palabra, de ese Cristo al que negaron y persiguieron.
Fue mucho el Amor que recibieron, pero fue mucha, también, su correspondencia y ambos, a ejemplo de su Maestro, rindieron sus vidas en el martirio.
Si Pedro es la cabeza que rige la Iglesia, Pablo es la lengua que da a conocer su Palabra.
Las llaves y la espada, el gobierno y la lucha, la doctrina y su mensajero.
S. Pedro y S. Pablo, ¡columnas de la Iglesia!, rogad por nosotros.
Madrid, España