El demonio da otra tentación (y todas van con un celo de virtud que es importante entenderse y andar con cuidado) y esa tentación es que sentimos pena y dolor de los pecados y faltas que vemos en los otros: pone el demonio que es sólo la pena de querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra, y queremos remediarlo.
Inquieta esto tanto, que impide la oración; y el
mayor daño es pensar que es virtud y perfección
y gran celo de Dios.
Mirar los pecados de los demás es tentación, procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas de los demás y tapemos sus defectos con nuestros grandes pecados.
Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga
con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí con el favor de Dios.
(Libro de la Vida, Santa Teresa de Ávila)
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